Creo que hoy estoy escribiendo solo porque hace demasiado tiempo que no o hacía... incluso tal vez por miedo de olvidar cómo hacerlo: el cómo transformar un puñado de letras al azar en un significante que contenga todos los fonemas que trato de callar, tragar y ahogar el resto del tiempo... o simplemente porque ya no se me ocurren formas más ingeniosas de huir y divagar sobre lo que realmente estoy haciendo en este momento.
Pero tengo excusas y explicaciones para cada uno de esas teorías. Creo que antes de nombrarlas, debería acotar que me siento bien y que estoy en un particular momento de calma.
No, no crean que "realmente estoy bien" pero he estado tan mal -tan realmente mal- que esto ya casi se siente como una cama de agua alquilada: si bien te estas relajando y se siente bien, no dejas de mirar tu reloj y preocuparte por los minutos que faltan para que el gordo y desgarbado tendedero que te la alquilo venga para decirte que se acabó el tiempo.
Retomemos de dónde lo dejé la última vez: me sentía mal conmigo misma por quincuagésima vez que tomé decisiones erróneas cuyas consecuencias me hicieron sentir diez mil veces peor pues no sólo era el mal sabor de los acontecimientos, sino el sentimiento de ser estafada por la demora de aquella hada madrina que con su varita arreglaría mis problemas, me reconfortaría y me diría que todo había terminado... la cuál como supondrán, nunca llegó (un punto menos para la industria Disney por meter esas locas ideas en mi cabeza y en la de millones de niñas más). Pero bueno, no por nada dicen que el tiempo lo cura todo y llegué a adaptarme a mi situación y al verle el lado positivo al asunto. A final mis decisiones me hicieron una coraza más dura y más inteligente... me hicieron mejor actriz y me enseñaron el momento exacto para reunirme: que no ganando siempre se puede ganar más y que al final muchos cambios son neutralmente positivos, o sea, son realmente positivos, aunque no sea lo que yo quiera.
Pero después me pasó lo peor del mundo: perdí repentinamente a un miembro de mi familia nuclear... y aún estas escuetas palabras logran que derrame lágrimas. Durante el proceso fueron semanas eternas y tortuosas, ahora sí puedo decir sin temor a exagerar, las peores de mi vida.
El periodo que le siguió fue largo y trascendente... pases por estados de ánimo altos y bajos... hasta que hoy en día he podido encontrar un balance adecuado entre los dos. Pero estoy bien por ahora, o al menos eso creo.
Como dije al principio... me encuentro positiva pero asustada: estoy por momentos trascendentales de mi vida en los que puedo crear todas las armas necesarias para formarme un futuro y simplemente no quiero hacerlo, o me corrijo, no tengo ganas de hacerlo. Ahora mismo debería estar leyendo para empezar una tesis que debí haber empezado hace 10 meses y sin embargo prefiero contarles a ustedes, queridos desconocidos y a ti, mi queridísima B. La mayor arma para asegurar mi futuro y sigo aquí parada viendo el tiempo pasara y a mis compañeros avanzar.
Pero sigo, estoy convencida de que al final podré lograrlo, aunque aún no soy consciente de los castigos que deberé pagar por mi desidia actual. Sé que en este punto debo aferrarme con dientes y garras a quién realmente soy para poder buscar el camino al que quiero llegar, pero es un poco difícil ya que ese destino es a todas partes. Soy una extremista y lo quiero todo... y lo que me molesta es que para todo lo que quiero tengo muchas cualidades, por lo que me vuelve capaz de lograrlo pero no me asegura que al hacerlo me haga buena en alguna.Pero tengo excusas y explicaciones para cada uno de esas teorías. Creo que antes de nombrarlas, debería acotar que me siento bien y que estoy en un particular momento de calma.
No, no crean que "realmente estoy bien" pero he estado tan mal -tan realmente mal- que esto ya casi se siente como una cama de agua alquilada: si bien te estas relajando y se siente bien, no dejas de mirar tu reloj y preocuparte por los minutos que faltan para que el gordo y desgarbado tendedero que te la alquilo venga para decirte que se acabó el tiempo.
Retomemos de dónde lo dejé la última vez: me sentía mal conmigo misma por quincuagésima vez que tomé decisiones erróneas cuyas consecuencias me hicieron sentir diez mil veces peor pues no sólo era el mal sabor de los acontecimientos, sino el sentimiento de ser estafada por la demora de aquella hada madrina que con su varita arreglaría mis problemas, me reconfortaría y me diría que todo había terminado... la cuál como supondrán, nunca llegó (un punto menos para la industria Disney por meter esas locas ideas en mi cabeza y en la de millones de niñas más). Pero bueno, no por nada dicen que el tiempo lo cura todo y llegué a adaptarme a mi situación y al verle el lado positivo al asunto. A final mis decisiones me hicieron una coraza más dura y más inteligente... me hicieron mejor actriz y me enseñaron el momento exacto para reunirme: que no ganando siempre se puede ganar más y que al final muchos cambios son neutralmente positivos, o sea, son realmente positivos, aunque no sea lo que yo quiera.
Pero después me pasó lo peor del mundo: perdí repentinamente a un miembro de mi familia nuclear... y aún estas escuetas palabras logran que derrame lágrimas. Durante el proceso fueron semanas eternas y tortuosas, ahora sí puedo decir sin temor a exagerar, las peores de mi vida.
El periodo que le siguió fue largo y trascendente... pases por estados de ánimo altos y bajos... hasta que hoy en día he podido encontrar un balance adecuado entre los dos. Pero estoy bien por ahora, o al menos eso creo.
Como dije al principio... me encuentro positiva pero asustada: estoy por momentos trascendentales de mi vida en los que puedo crear todas las armas necesarias para formarme un futuro y simplemente no quiero hacerlo, o me corrijo, no tengo ganas de hacerlo. Ahora mismo debería estar leyendo para empezar una tesis que debí haber empezado hace 10 meses y sin embargo prefiero contarles a ustedes, queridos desconocidos y a ti, mi queridísima B. La mayor arma para asegurar mi futuro y sigo aquí parada viendo el tiempo pasara y a mis compañeros avanzar.
Bien, ya llegué al punto en el que solo desvarío. La oportunidad que el año pasado perdí y tanto esperé hoy vuelve a mí pero creo que ya no la quiero, o tal vez es solo el miedo (mis siempre eternos miedos) de que no sea lo que esperaba y vuelva a caer en el mismo fondo. Ironías de la vida. Al final nunca dejamos de jugar como niños al laberinto pues aunque sepamos a dónde queremos llegar, nunca sabremos si estamos en el camino correcto para lograrlo, ni qué monstruo se encuentra a la espera de atraparnos apenas volteemos en la siguiente dirección.